*Migración de contenido desde mi antiguo blog. Artículos periodísticos, presentaciones de libros, comentarios sobre mis obras literarias, etc., en sus versiones originales (salvo alguna corrección ocasional de erratas, lugares comunes groseros o errores ortográficos) y sin actualizar la trayectoria biográfica de los artistas sobre los que versan.
(Texto publicado en el hermoso pero brevísimo y fallido proyecto Radiola, medio digital especializado en música con énfasis en el rock ecuatoriano que desarrollamos con un grupo de amigos durante el 2019… este texto lo preparamos a cuatro manos con mi amigo ÁLEX YÁNEZ, «El Musikólogo», aunque, en realidad, este texto es parte de una colaboración de al menos ocho manos, pues yo no habría podido escribir mi parte de la crónica sin la valiosa ayuda de mis panas EDGAR CASTELLANOS MOLINA y JOSÉ MIGUEL MANTILLA, vocalistas de MAMÁ VUDÚ y EL RETORNO DE EXXON VALDEZ, respectivamente… a ellos les debo también las pocas fotos que ilustran este post).
por Fernando Escobar Páez (EFRA PÁEZ) y Álex Yánez (EL MUSIKÓLOGO)
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Así lo vivió El Musikólogo:
Desde pequeño aluciné por la música, me apasionó la energía desprendida de las melodías aceleradas del rock, y ese anuncio de Pululahua, Rock desde el Volcán en 1999 se avizoraba como un pináculo. Era muy joven. La oferta: inmejorable. Muchas de las bandas que solo podía ver en la pantalla del MTV estarían presentes, era un llamado de mi amor por la música, yo pensaba que ese enorme festival cambiaría la historia del país. Al menos aquellos días, si cambiaron mi historia.
Conseguí un trabajo extracurricular y logré reunir los S/. 70 mil sucres que permitían acceder a uno de los cuatro días de festival (en mi interior recuerdo que fueron tres), y ahí empezó todo; consistía en depositar ese valor en el banco y el recibo del depósito se convertía mágicamente en tu papelito de acceso.
Salí temprano de casa vistiendo una camiseta de “Soundgarden” que yo mismo había pintado, compré pilas y un rollo fotográfico cerca de la plaza de toros, desde donde se partía. No conocía el volcán, y catalogaba de “error” el sentido romántico –si se quiere– de hacer algo tan bello e impresionante en un lugar lejano y de tan agreste acceso, pero en sí, no tenía idea de la magnitud de todo. Fui yo solo contra el mundo, por la música. Una constante en mi vida ha sido no contar con amigos que me sigan al tomar ese tipo de decisiones movidas por una emoción melódica.
Tras un largo viaje en bus, al llegar hice una foto de la entrada, en acceso permuté mi papelito del banco por un brazalete amarillo y fui uno de los primeros que veía los dos escenarios listos luego de bajar por un largo sendero al que llamé el lodazal suicida. Hablando fríamente y para hacernos una idea, no podría compararlo con nada de lo que se ha visto en los últimos años en el país, porque artísticamente la magnitud del festival no tiene símil, eran muchas de las mejores propuestas musicales mayormente latinas y que estaban en su mejor momento: Babasónicos, La Ley, Aterciopelados, Pedro Aznar, Los Tetas, Lucybell, Man Ray, Nito Mestre, Fabiana Cantilo, Virus, Víctimas del Doctor Cerebro, casi todas la bandas llegaban al país por primera vez, algunas –la mayoría– sería por única vez.
Sinceramente pensaba ver multitudes, pero estaba yo con mi cámara fotográfica, 10 tipos que parecían extranjeros, 8 rescatistas de Cruz Roja (que serían trascendentales para mí en el Pululahua), una pareja guayaquileña (el chico vestía la primera camiseta con el símbolo del Chapulín Colorado que vi en mi vida) y no más de una docena de gente desorientada. Era un cuadro quizá deprimente.
No recuerdo quien abrió el festival, pero la bienvenida la dio Carlos Sánchez Montoya, uno de los locutores radiales de rock seminales de Quito, tan amado como odiado. De las primeras propuestas nacionales que vi puedo destacar a Oxymoron (que posteriormente sería la semilla de los recordados SIQ), con Ibo K Payne al frente, saliendo a escena con un cesto de fruta repartiéndola entre la audiencia. La arrolladora y destacadísima participación de Sal y Mileto que fue una de las razones de peso que me llevaron al volcán, jamás olvidare la energía que dejó Paul Segovia. Una de las pocas veces que pude ver a Blaze en vivo, cosa de la que algunos no pueden presumir. El Retorno de Exxon Valdez, La Grupa ambas propuestas me alucinaron, la una pura y divertidísima gozadera y la otra con un sonido único que hasta hoy nadie ha podido emular. En ese entonces jovencísimas bandas como La Trifullka, Sobrepeso, Cruks en Karnak, Mamá Vudú, Basca, o el guitarrista Hitler Cuesta (luego estilizaría su nombre como “Hittar” por obvias razones), ya eran representativas y fueron quizá algunas de las actuaciones que más disfruté. Se me escapan muchísimas otras bandas, pues la memoria es frágil.
Paseando por el prado convertido en mega show, pude cruzar algunas frases anecdóticas con Leonardo O’Brien, VJ de MTV, quien deambulaba cubriendo el evento para su segmento Raizónica, especializado en música alternativa latinoamericana, además artistas y público se fundían en una camaradería sin precedentes. Confundí al “Ranas” con el “Chipotle” ambos miembros de Víctimas del Dr. Cerebro quienes gracias a mi error me contaron de las implicancias que sus seudónimos tienen en tierras mexicanas, el resto de la banda se unió a la charla y en un momento que les pedí tomarse una fotografía conmigo me levantaron por los aires mientras un comedido disparaba con mi cámara. En la noche de ese mismo día, la banda originaria de Nezahualcóyotl envuelta en luces daría un show sobradamente alucinante, uno de los mejores del festival.
Las actuaciones de bandas internacionales fueron un auténtico lujo, Man Ray con Hilda Lizarazu y Pat Coria enfrente alucinaron con su simpatía, la maestría musical de Pedro Aznar, la locura de Chancho en Piedra contrarrestó la posible hipotermia de una noche tremendamente fría, Babasónicos en la que, para mí, ha sido su mejor presentación en suelo ecuatoriano, Los Tetas de Chile llenaron de funk el cráter (años más tarde, mientras cubría un Lollapalooza en Santiago de Chile, el tristemente célebre «Tea-Time2 me relató entre rimas, que el show en Pululahua era el que más recordaba de los que había dado por Sudamérica). Destaco a Lucybell, que en vivo suenan espectaculares, Huelga de Hambre con una propuesta muy grunge venida de Perú, Aterciopelados en su pico más alto y Virus que considero una de las mayores joyas dentro del festival.
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-Carlos Sánchez Montoya: ¿Cómo se sienten de tocar dentro del cráter de un volcán en suelo ecuatoriano?
-El vocalista de “Vague” de Inglaterra (medio en broma): It’s a great experience for you that we’ve been playing in this place
-Carlos Sánchez Montoya (molesto): Ok, muchas gracias ¡un aplauso para los “Oasis” wannabes!
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El primer día de festival mientras aun tocaba La Liga del Sueño (creo), era casi media noche y se acababa mi tiempo de estadía (al día siguiente el brazalete debía ser rojo, y al siguiente azul), decidí con mucha pena empezar a subir por el lodazal suicida. Agotado a mitad de camino y casi sin visibilidad escuché a gente que volvía, asegurando que el último bus de regreso a la ciudad había partido y que se quedarían en algún lugar de la zona de camping. Volví a las inmediaciones del festival y mientras comía algo parecido a una hamburguesa, hablaba con un joven rescatista; le convencí de que me permita quedarme esa noche en la carpa de Cruz Roja en calidad de “voluntario” y así fue como pude disfrutar del resto de días de festival (lo siento señor Perotti), casi sin comer, casi sin dormir, con un frio que se metía en los huesos con la incesante lluvia siempre encima, y con mi familia casi reportándome como desaparecido. No recuerdo cuantas veces quise subir por el lodazal suicida, pero a pesar de todo decidía quedarme, porque percibía que estaba siendo testigo de una historia irrepetible, muy a pesar de que los organizadores aseguraron que el festival se realizaría cada año.
Entre ires y venires, mi cámara fotográfica se abrió dentro de mi mochila velando el 99% de fotos que pude tomar (solo se salvaron 4), sin embargo las vivencias de ese evento increíble seguirán siempre conmigo. Aquel 1999 en realidad si cambio la historia de este país, pero no fue la música del Pululahua Rock desde el Volcán lo que lo hizo, sino una profunda crisis económica y bancaria meses más tarde, y que devino en una de las mayores debacles políticas y sobre todo sociales del país. Eso mató muchas ilusiones, esperanzas, mató incluso gente. Y probablemente mató toda opción de volver a repetir ese «Woodstock ecuatoriano» que aún muchos recordamos como lo mejor que ha sucedido en este país.
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Así lo vivió Efra Páez:
I
A diferencia de mi colega Musikólogo, quien en la primera parte de esta crónica nos narra sus mañas para quedarse el cráter del volcán durante todo el festival, yo solo asistí un día, el que a mi juicio puberto era el más del putas: tocaban Aterciopelados, Lucybell, Chancho en Piedra, Hugo Idrovo y mi banda favorita de entonces, Babasónicos, quienes a medidos / finales de los 90’s tenían poderío de guitarras y líricas oscuras –recomiendo furiosamente sus discos Dopadromo y Babasónica-, características que se diluyeron en sus trabajos posteriores.
Mi máxima aventura en el cráter del volcán fue resbalarme varias veces en el lodoso camino de acceso / salida, meterme por primera vez en mi vida a un mosh –durante la energética presentación de El Retorno de Exxon Valdez, a quienes descubrí en ese momento- y apostar mis últimos sucres en una de las carpas donde alquilaban un maltrecho futbolín mientras se presentaba una banda peruana cuyo nombre no recuerdo y que se me antojó aburrida.
Los días del festival coincidieron con el feriado de carnaval, lo que sumado al ambiente de ignorancia y paranoia que se creó desde los medios de comunicación, quienes maliciosa e irresponsablemente especularon sobre una hipotética erupción del Pululahua –volcán dormido desde hace 2.200 años- con el fin de arruinar la fiesta de “esos satánicos” (sic), hizo que muchos giles escoja el sol playero por sobre el lodazal campestre.
Las entradas costaban S/. 70.000 sucres por día, menos de 3 dólares actuales, pero entonces un precio prohibitivo para nosotros, adolescentes clase medieros –para conseguir el dinero de mi entrada tuve que rogar a mis padres para que me adelanten 10 meses el regalo navideño-, en un país al borde del abismo financiero y social. Ergo, fue imposible armar un grupo de panas y me tocó ir solo, pero en el cráter me encontré con un compañero de colegio con el que apenas había conversado antes pero que gracias a compartir en Rock desde el Volcán hoy es uno de mis mejores amigos.
II
En vista de que mis recuerdos adolescentes del festival no son tan interesantes, mejor doy paso a las vivencias de dos de las bandas que se presentaron ahí: Mamá Vudú y los ya mencionados El Retorno de Exxon Valdez, quienes a través de sus cantantes –Edgar Castellanos Molina y José Miguel Mantilla, respectivamente- me sapearon algunos datos pepa de lo que vivieron tras el escenario y de las repercusiones que tuvo el Rock desde el Volcán en sus carreras musicales.
A los Mamá Vudú que les tocó presentarse ante poquísimo público al inicio de una de las jornadas. Lo hicieron de forma gratuita -algo que sucedió con la mayoría de bandas nacionales- condición injusta que aceptaron solo para tener la oportunidad de compartir escenario con músicos que admiraban, sobre todo con los legendarios Virus, una de las mayores influencias de Mamá Vudú y de quienes más adelante re versionarían su canción Imágenes Paganas.
Pese a valorar positivamente las buenas intenciones y el empuje que le puso Riccardo Perrotti –músico y gestor del festival-, Edgar considera que la mayor enseñanza que le dejó este festival fue comprender “todo lo que no se debe hacer en un festival de rock”. Señala que “Rock desde el Volcán no supo entender las dinámicas propias de la subcultura del rock que se gestaba a fines de los 90’s, muy marcada por la crisis política y económica”, lo cual -a su entender- explica el fracaso económico y lo efímero de la existencia de este festival.
Esta enseñanza fue fundamental para cuando más adelante los Mamá Vudú crearon la Fundación Música Joven, ente que impulsa el ya tradicional QuitoFest, festival internacional de música independiente que en muchos sentidos es el heredero de la experiencia de Rock desde el Volcán. Tan cierto es esto que varias de las bandas presentes en el Pululahua luego se presentarían en distintas ediciones del QuitoFest.
Entre las cosas buenas del festival, Edgar destaca el ambiente de camaradería entre las distintas bandas, la calidad del sonido y la presencia de dos escenarios, condición nunca antes vista en los conciertos de rock en nuestro país y que permitió que las bandas se presenten sin interrupciones.
III
Para José Miguel Mantilla, vocalista de El Retorno de Exxon Valdez, presentarse en el Pululahua fue la primera y última vez en la que pensó “quiero seguir haciendo esto el resto de mi vida”. Si bien estaba la emoción de compartir escenario con bandas que admiraba, Rock desde el Volcán ofreció a las bandas ecuatorianas un marco técnico y natural que nunca antes habían tenido a su disposición, lo cual resultó un plus para que El Retorno salga con ganas de dejarlo todo sobre el escenario. Recuerda que “mucha gente acampó allí los tres días y les admiro, aunque en ese momento me daban pena”.
La convivencia con las bandas extranjeras fuera del escenario es algo que José Miguel encontró muy decidor sobre el temperamento de las estrellas del rock latinoamericano de esa época.
De un lado del espectro estaban los que eran buena onda de entrada, como los Víctimas del Doctor Cerebro: “Más mexicanos que los propios mexicanos de las películas. La hora que habrá durado el viaje –desde el hotel hasta el cráter del volcán- fue un solo chiste. Escucharles hablar era como estar en el teatro o algo así. Súper buenas gentes. Cuando pasamos cerca del parque La Carolina, el Mateo Herrera –cineasta y bajista de El Retorno– les señaló la casa donde vivió con su mamá durante su adolescencia y alguno de los Víctimas dijo ‘ah, viven en estos barrios, entonces son fresitas’. Todos nos reímos de eso y de cada palabra que decían. Los Víctima son parientes entre ellos o algo así y el padre de uno de los integrantes hacía de manager y nos acompañó durante todo el recorrido”, recuerda José Miguel.
En las antípodas estaban los que necesitaron de psicotropantes para bajarse del pedestal, como fue el caso de los Babasónicos, quienes al inicio se portaron silenciosos y un tanto “sobrados” con todo el mundo, pero una vez que llegaron al cráter del Pululahua se emocionaron ante la noticia de que allí había hongos alucinógenos en cantidades industriales. Los Retorno se ofrecieron a guiarlos en la cosecha y entonces el ambiente entre ambas bandas se distendió.
Los Babasónicos se excedieron con los hongos y para José Miguel es un misterio cómo hicieron para presentarse en el estado alucinado en el que se hallaban los argentinos. José Miguel coincide con lo señalado por El Musikólogo, de que la presentación en el Pululahua fue la más poderosa que han dado los Babasónicos en sus cinco o más visitas a Ecuador. Yo no podría estar más de acuerdo con ambos, puesto que esa tarde en medio del lodazal los Babasónicos estuvieron salvajes e iluminados como pocas veces he visto a una banda en mi vida.
José Miguel finaliza su testimonio reflexionando sobre lo importante que fue para su banda ser parte de este festival: “Creo que El Retorno de Exxon Valdez se estrenó de verdad en ese concierto… Pasamos de ser una banda desconocida a seguir siendo una banda desconocida pero a la que valía la pena conocer. Los que nos vieron en el escenario el poco tiempo que existimos, -entre 1998 y 2003- la gozaron”.
IV
Para cerrar estas memorias, quisiera reflexionar un poco sobre lo que tuvimos la suerte de vivir en Rock desde el Volcán.
Se trata sin lugar a dudas de un evento fundacional para la escena rockera ecuatoriana, la cual venía saliendo de un periodo de represión policial que incluía “cacería de cabelleras largas” –durante el infame gobierno de Abdalá Bucaram los policías se dedicaron a perseguir rockeros para cortarles el pelo a la fuerza- e incomprensión mediática –recuerdo infames artículos de corte sensacionalista como uno aparecido en la revista Vistazo o los ñoño reportajes moralista del h**** de Ehlers, donde se satanizaba a toda nuestra generación- para abrirse al mundo. Rock desde el Volcán fue la primera vez que alguien se atrevía a plantearse un festival de rock internacional en nuestro país y eso es algo por lo que estaremos en deuda eterna con Riccardo Perotti, de quien se dice que terminó en la quiebra tras el festival.
Gracias a Rock desde el Volcán, las grandes (y medianas) bandas latinoamericanas empezaron a incluirnos en sus giras y se dieron cuenta de que en Ecuador existía un público pequeño pero fervoroso y músicos nacionales buena onda con propuestas novedosas.
Sin embargo, ya es hora de dejar atrás a este festival, pues la nostalgia paraliza. Repetir la sensación de aventura y novedad que nos dejó Rock desde el Volcán ya no es factible ni deseable, pues los parámetros ambientales son más estrictos que hace 20 años y sería muy difícil conseguir los permisos para repetir el mismo escenario, los impuestos a espectáculos musicales se volvieron draconianos y la industria musical está en crisis, no solo a nivel económico sino también de los referentes válidos (hoy se idolatra a cualquier pelaverga gangoso con «líricas» onomatopéyicas o decididamente vulgares y beats mediocres que a duras penas tienen más calidad que el ring tone de un celular antiguo… sí, me refiero a los Bad Bunnys y demás figuretis de ese estilo).
Por eso no es raro que sigamos escuchando las mismas bandas de nuestra adolescencia y que no sintamos mayor emoción por festivales hiper comerciales como el Lollapelusa[1] latinoamericano ni por el mismo QuitoFest, tan golpeado por la crisis económica que su futuro es incierto, y obligado a reducir sus últimas ediciones a un solo día.
La escena musical ecuatoriana debe voltear la página y trabajar, no por un nuevo mega festival estilo Rock desde el Volcán, sino en propuestas acorde a nuestra realidad de urbanitas multimediales y chiros.
V
En la siguiente lista de Spotify se encuentran casi todos los artistas presentes en Rock desde el Volcán (feb 99, Quito). Muchas de las bandas ecuatorianas que tocaron entonces no disponen de canciones en Spotify (no es descole) y de las que hay, no todas tienen canciones de esa época, pero traté de ser lo más fiel posible a lo que vivimos entonces.